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Acerca de mi


Soy Karen Rosales, esposa y madre de tres hermosas niñas que alegran mis días.  Estudié Administraclión de Empresas y posteriormente Economía y Desarrollo, sin embargo,  me declaro una amante de la enseñanza, en el viaje de mi vida me he dado cuenta de que disfruto enseñar, porque cuando enseño, aprendo, además se que a través de ello puedo ser de influencia y luz para otros.
Conocí al Señor un 25 de enero de 1997, a partir de ese día entendí y conocí a Dios, quien ha estado a mi lado desde ese momento.  Ahora, después de tantos años no puedo decir que soy perfecta o que ya no hay áreas de mi vida que necesitan ser pulidas o transformadas, en realidad como bien lo señaló Pablo, estoy en la carrera aún, prosiguiendo a la meta y confiando que el que comenzó la obra en mi la terminará hasta el día de Jesucristo.

Me encanta leer, me fascinan los libros, más si son de papel, disfruto visitar las librerías y las papelerías porque allí encuentro hermosos cuadernos para mis notas, resaltadores, lápices y todo lo que hace mi lectura más amena.  Desde pequeña leo, recuerdo que disfrutaba leer las historietas o paquines como les llamamos en Honduras, también leía los 4 periódicos de la ciudad, porque mi padre los compraba y nos inducía a la lectura a través de ello.

Soy perfeccionista y exigente, me gusta que las cosas se hagan bien.  A veces puedo parecer enojada, soy muy franca y directa, y batallo con eso, pues en la cultura de mi país esto cae mal.  Empiezo muchas cosas que no termino -Dios debe obrar en esa área de mi vida-. También he batallado con mi temperamento, a veces me enojo fácilmente y bueno, esa es otra área que he puesto en las manos de Dios, para que la forje.

Me gusta escribir, es un pasatiempo que me ayuda a expresar mis pensamientos y las enseñanzas que recibo de parte del Señor, quizás se deba a que no siempre lo que digo sale como quisiera.

Amo cada cosa que hago, porque un día decidí que solo haría cosas que disfrutaba hacer y soy muy afortunada porque la mayoría de los empleos que he tenido han sido de mi completo agrado, al punto de poder decir que me han pagado por hacer cosas que disfruto. He trabajado como operadora telefónica, en temas de derechos humanos, en incidencia política, educación y como directora en organizaciones sociales.
Cada trabajo para mi ha sido de aprendizaje y realización, porque allí he visto la mano de Dios.

También he sido voluntaria, de igual modo me he involucrado en cosas que me apasionan y Dios me ha respaldado siempre, así que estoy más que agradecida por eso.

No me sale bien cocinar, aunque lo he intentado, me ha costado mucho, eso si, creo que soy buena identificando la buena cocina.  Me gusta decorar mi casa, cambiar las cosas de lugar para no caer en la rutina.  Me cuesta perdonar, soy un tanto testaruda.  Me hubiera gustado aprender a tocar un instrumento, pero no fué posible. Amo al Señor y se que el me ama a mi.  Me gusta comenzar mis tiempos devocionales con música de adoración, que me ayude a entrar en su presencia para sentir que me aferro a su pierna como una niña que confia en su padre.

Soy una mujer imperfecta, que ha entendido que no se trata de mi, es decir que no hago lo que hago por buena o por inteligente, en realidad se trata de Dios, de las oportunidades que nos da a diario, de su misericordia y su bendita gracia que me hace sentirme amada y con deseos de levantarme si caigo y seguir adelante, he comenzado un hermoso viaje en mi vida cristiana, y se que aunque por ratos me siente a descansar o me canse de las luchas de este viaje, el final será el mejor, así que prosigo a la meta, porque un día quiero estar con mi padre.

Ahora entonces entiendo el amor de Dios, el amor que nos debe mover, que nos debe inspirar y que nos debe llevar a luchar por tener la vida que Dios desea para nosotros, una vida abundante.  Es su amor el que nos debe mover.  Les comparto un hermoso poema acerca de lo que debe ser el motor que nos mueva.

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

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